Por Citlali Marino Uribe
El 12 de diciembre de 1991, el Centro Histórico de la ciudad de Morelia fue elevado al rango de Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Además, según la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, la capital michoacana es la ciudad mexicana con más edificios catalogados como monumentos arquitectónicos. Sin duda esto es un gran orgullo para todos los que vivimos en esta hermosa ciudad.
Estoy segura que a muchos de ustedes lectores y lectoras, como a mí, les gusta pasear por Morelia y, cuando tenemos tiempo, admirar las construcciones coloniales o decimonónicas con las que nos topamos a nuestro paso. En nuestro deambular, podemos admirar cada estilo, cada adorno, cada pieza de una casa, de un palacio o de una iglesia. Es un deleite.
Para mí, esto se magnifica cuando me encuentro con jóvenes que han sido mis alumnos o alumnas en el Bachillerato de la UNLA y me comentan su orgullo de vivir o haber nacido en en esta ciudad, entre otras cosas, por ser patrimonio histórico y su deseo (como me lo externó una alumna llamada Emma ya hace algunos años) de que nunca deje de serlo.
Volver a ver a esos chicos y chicas, escuchar sobre sus metas alcanzadas hasta el momento, ser partícipe de su satisfacción de estar en la universidad, pública o privada, que eligieron y que me externen que lo que les brindó el BUNLA les ha facilitado sus estudios y ser sobresalientes, no tiene comparación. Entonces, esas rúas morelianas, al caminarlas, son brindadoras del sentimiento pleno del deber cumplido como mentora y acompañante de mis pupilos.
En una ocasión, al continuar caminando por el Centro Histórico, llegué al cruce de Nicolás Bravo y Guerrero, no pude evitar que saltara a mi memoria, que el Nicolás Bravo (a quien se dedica una de las calles que cruzaba) que fue combatiente en nuestro movimiento de Independencia, al lado del padre Morelos, no era tan bravo como su apellido, pues según el historiador Felipe Ávila, perdonó la vida a 200 militares realistas luego de que Morelos le ordenara fusilarlos como represalia a la ejecución de su padre, Leonardo Bravo. Igualmente recordé que, Vicente Guerrero (a cuya memoria es el nombre de la otra calle) quien también luchó bajo las órdenes de Morelos, que fuera decisivo en la consumación de la Independencia y el segundo presidente del México independiente, fue fusilado un 14 de febrero pero del año 1831; inmediatamente, relacioné esa fecha con las actividades del día del amor y la amistad que los jóvenes hacen en los jardines del BUNLA. Por supuesto que para nuestro luchador esa fecha no tuvo nada de amor y amistad, pues no contó ni siquiera con un juicio para defenderse.
Esta experiencia de remembranza y relación con la cotidianidad, en mi caso de caminar por nuestra ciudad, la tenemos presente en el BUNLA. Nos esforzamos constantemente en apoyar a nuestros alumnos para que su realidad sea el cristal por el que vean su pasado. Que les facilite su análisis y discusión para imaginar soluciones o prever situaciones no deseadas, como la que me comentaba Emma que espera que el Centro Histórico de Morelia nunca deje de ser Patrimonio de la Humanidad.