Por Sagrario de Jesús Velázquez Bastida
Es imposible hablar sobre micromachismos sin mencionar de manera directa o indirecta a Marina Castañeda y Luis Bonino, incluso en todo artículo científico actual que hable de micromachismos suele citarse ambos autores. Castañeda (2019) menciona que el machismo es un conjunto de creencias, actitudes y conductas que se basan en la polarización de los sexos y en la superioridad de los hombres en áreas que se consideran importantes para ellos, también agrega que en esencia es una forma de relacionarse con los demás y es aprendida desde edades muy tempranas.
El machismo ha evolucionado a lo largo de los años, se adapta a nuestra sociedad actual, esto a pesar de grandes cambios sociales y logros que ha tenido la lucha feminista. El machismo moderno actúa no solo desde lo evidente sino desde lo cotidiano e imperceptible, el ejemplo de ello está en la violencia simbólica o los micromachismos, aquí ya estaríamos citando a Bonino (2014), ya que él en 1990 introdujo el término de micromachismos para referirse a una violencia “suave”, “blanda” o “de baja intensidad”, un tipo de abuso empleado para conservar la dominación masculina, sobre la femenina en la cotidianeidad; lo que Castañeda nombraría años después como machismo invisible.
El daño de este tipo de violencia pasa desapercibido por su invisibilidad e inconsciencia, ya que suelen ser actos socialmente aceptados, no hay resistencia y si se detectan no se suelen reconocer como actos dañinos, cuando en realidad son actos de manipulación que dañan la integridad psicológica y la autonomía de la mujer.
Bonino en 1995 enlistó los tipos de micromachismos y sus categorías, las cuales actualizó en 2005 y son: utilitarios, directos, indirectos y de crisis. Los primeros hacen referencia a todo lo que el hombre deja de hacer para que haga la mujer, es una sobrecarga de trabajo y abuso de la habilidad y “don” de servicio que posee la mujer. Los directos son aquellos en los que el hombre usa la fuerza moral o económica para doblegar a la mujer, son los micromachismos que pueden identificarse con mayor facilidad. En los indirectos el hombre oculta su objetivo de dominio y causa dependencia afectiva y de pensamiento en la mujer, son los más difíciles de detectar y prevenir. Los de crisis son estrategias empleadas por el hombre cuando pierde poder y quiere mantener la desigualdad en relación con la mujer, estos mecanismos ayudan a promover el ciclo de violencia y aunque parezca por un tiempo que las cosas mejoran y la violencia freno, en realidad solo la está restableciendo.
Aunque el nombre micromachismo hace referencia a la sutileza de este tipo de violencia, no se debe menospreciar su impacto, ya que son acciones “pequeñas” que conllevan grandes consecuencias, es decir, son actos que, si bien son frecuentes y comunes en las relaciones de pareja, también se manifiestan en las relaciones laborales, institucionales y sociales.
Es importante reconocer el impacto que tienen en diversas áreas de la vida, la mejor manera de hacerles frente es visibilizando y concientizando el machismo invisible que se mantiene en las costumbres y tradiciones y evoluciona con nosotros en las nuevas tecnologías.
Referencias:
-Castañeda, M. (2002). El machismo invisible: un enfoque interpersonal. Este país, 133, 50-55.
-Torralba, A., Garrido, H. (2021). Desarrollo de una escala y estudio de los micromachismos en población adulta y universitaria. Ediciones complutense.
-Villegas, E., Suriá, R., & Rosser, A. (2014). Machismo a golpe de Whatsapp. El móvil: mecanismo de violencia sexista en los estudiantes universitarios. En XII Jornadas de Redes de Investigación en Docencia Universitaria: El reconocimiento docente: innovar e investigar con criterios de calidad, 2571-2581.
-Bonino, L (2004) Los micromachismos. Revista La Cibeles No. 2 del Ayuntamiento de Madrid