Por Jorge Cruz Balandrán
A principios del mes de diciembre del 2019,en una provincia de China, se iniciaba una propagación sin precedentes en la historia de la humanidad. Una nueva familia de coronavirus había mutado y la tasa de contagios creció en el mundo con un alto porcentaje de casos positivos del virus, pero asintomáticos, haciéndolo altamente transmisible. De ahí el temor a un enemigo que no se ve, pero que aniquila la vida de muchas personas en unos cuantos días.
Como médico, la seguridad del paciente es el objetivo sanitario y el factor clave en la calidad en las áreas de la salud, aunado al Juramento Hipocrático que busca defender a ultranza la vida de las personas conceptualizando en la práctica médica el primum non nocere. Durante mi trayectoria con más de quince años en los servicios de Urgencias, tanto en hospitales públicos como privados, conozco el olor sui géneris del hospital, el miedo, el estrés y la convivencia cercana con la muerte. Pero esta pandemia ha hecho cimbrar los pilares de nuestra profesión desde un punto de vista científico-humanista y llevarnos a un cambio de paradigma total desde la atención de los pacientes, nuestra vida cotidiana y dinámica familiar.
Aunque la sociedad moderna parezca confiar en que la ciencia y la tecnología llegarán a satisfacer todas las necesidades del hombre, puede no ser posible. Hoy se puede estar en óptimas condiciones, y en los días siguientes sufrir una pérdida irreparable porque tus familiares adquirieron el virus. En Urgencias se ha visto desfilar pacientes enfermos y convalecientes del COVID-19, y al escuchar sus argumentos se termina la jornada con impotencia y consternación por el dolor físico, emocional y espiritual de quienes han enfermado.
Tenemos que hallar un elemento unificador en nuestra vida intelectual más fuerte que los existentes. Considerando desde un punto de vista histórico, la ciencia es el gran depósito intacto de un humanismo capaz de ayudar a llenar el vacío provocado por el descaecimiento del ser humano.
Los proveedores de salud tenemos el deber ético de dar la mejor atención. Por caso de la contingencia sanitaria, los derechos consagrados en las cartas de los derechos generales de los médicos y de los pacientes se han visto quebrantados. El gran desgaste físico y emocional a que todos los días nos enfrentamos en nuestras jornadas laborales, el estrés propio de estar frente a un patógeno que aún la ciencia no logra desnudar, sin un tratamiento específico, la falta de una vacuna (que, aunque se trabaja a marchas forzadas, aún tardará en estar disponible).
Esta pandemia crea un amplio espectro de necesidades de atención en salud y el desafío de priorizar de manera ética-humanística las necesidades de salud que compiten entre sí. Abordar la pandemia implica un replanteamiento de las políticas públicas en las materias laboral, económica, social y de salud.
No exagero. Y no exageras si te cuidas, olvídate de las teorías de conspiración. Mejor continúa cuidándote para sobrevivir y disfruta de la vida, que es la mas bella experiencia que se goza una sola vez.