Publicado el 2024-12-18 en Cps

Hacia el camino del autocuidado

A menudo, pensar en el concepto de autocuidado puede generar la idea del “bienestar” y, con ello, diversas prácticas sociales que surgen de manera habitual, que normalizamos y asumimos como saludables. Entre ellas se encuentran distintas prácticas para sostener estereotipos de belleza, como por ejemplo dietas muy restrictivas o métodos riesgosos, el sometimiento a operaciones del cuerpo, o la idea de que ser “fit” involucra moldear el cuerpo o aumentar la masa muscular.

 

Sin embargo, podemos encontrar miles de prácticas que se desarrollan socialmente y que fácilmente realizamos por moda y sin cuestionar. Entre otras prácticas, se encuentra el consumo de alcohol, tabaco o marihuana como una forma de “relajarse” al terminar jornadas pesadas o para evadir situaciones complejas. También está la creencia de que trabajar mucho equivale a ser muy productivos, o la idea de que el éxito significa tener fama, mucho dinero, belleza o poder.

 

Además, no podemos ignorar todo lo que ocurre en redes sociales, donde abundan prácticas e información que muchas veces no favorecen el autocuidado. Estas prácticas suelen estar alineadas con un estándar de “ideal social”; algunas pueden desmotivarnos por lo inalcanzables que parecen, mientras que otras fomentan acciones que prometen placer fácil e inmediato, pero que en realidad están alejadas de lo que implica el verdadero autocuidado.

 

 

El autocuidado no es un estado de salud permanente; se refiere, más bien, a una práctica constante, continua y de adaptación ante las diferentes circunstancias y cambios que ocurren en nuestra vida. Por lo tanto, su principal objetivo es la promoción de la salud. Es importante tener presente que muchas enfermedades son una reacción natural y sana del cuerpo, y no son algo que esté mal o que no deba existir. De hecho, algunas enfermedades ocurren como parte de la preservación natural y la homeostasis.

 

El autocuidado puede estar presente en nuestra cultura como un cliché, pues gran parte de la población sabe que se debe hacer ejercicio constantemente, dormir 7 u 8 horas diarias, beber agua y alimentarse sanamente. Sin embargo, el autocuidado va más allá de estas prácticas de salud enfocadas al área física. Si ya sabemos que debemos cuidar nuestro cuerpo y nuestra salud en general, ¿por qué no lo hacemos?

 

Según la OMS, el autocuidado es la “capacidad de las personas, familias y las comunidades para promover la salud, prevenir enfermedades, mantener la salud y hacer frente a enfermedades y discapacidades con o sin el apoyo de un proveedor de atención médica” (2014). Se identifican siete áreas del autocuidado: física, social, emocional, espiritual y mental.

 

El área física se refiere a acciones que beneficien al cuerpo, como la alimentación sana, el ejercicio, el descanso y evitar sustancias nocivas para la salud. El área social tiene que ver con la relación que se establece consigo mismo y con los demás, es decir, la formación de lazos no solo con las personas, sino también con el entorno. El área mental se enfoca en cuidar el contenido de nuestros pensamientos, evitando aquellos dañinos, y en emplear un pensamiento crítico.

 

 

El área espiritual no solo está relacionada con la religión, sino también con las creencias sobre la existencia, el sentido, significado, comprensión o conexión con la vida y con uno mismo. Finalmente, el área emocional trata de la habilidad de afrontar, identificar, reconocer, aceptar y expresar emociones.

 

Una de las principales respuestas a la pregunta de por qué no empleamos el autocuidado es que, para implementarlo en nuestra vida, se requiere también de otras habilidades como una adecuada autoestima, habilidades sociales y autoconocimiento. Por ejemplo, para ejercitarse es importante conocer nuestra condición física, límites y recursos, en lugar de practicar solo la actividad física que está de moda.

 

Por su parte, una autoestima adecuada implica tener una autovaloración positiva, que permita reconocernos como valiosos sin buscar cambios que puedan dañarnos. También comprende tener autocontrol y autorregulación ante situaciones que lo requieran, como el consumo de sustancias, alimentos no saludables o la formación de hábitos. Esto requiere controlar impulsos y tener confianza en nuestras capacidades para lograrlo.

 

El pensamiento crítico, por su parte, nos lleva a cuestionar prácticas, creencias, hábitos y entornos. Además, se requiere desaprender conductas no saludables y aprender nuevas en pro de nuestra salud.

 

En esencia, el autocuidado tiene que ver con el amor propio, eligiendo lo mejor para nosotros mismos, poniendo límites oportunos ante personas o situaciones, y teniendo disciplina para lograrlo. Aunque este proceso puede ser difícil, es necesario para mantenernos en armonía con nuestro entorno. Los beneficios son exponenciales, no solo para cada persona, sino también para el mundo.

 

El autocuidado tiene un impacto universal. Al cuidar de nosotros mismos, cuidamos también de las personas y los entornos que nos rodean. Un ejemplo es el papel de las plantas, que producen oxígeno y benefician a todo el entorno para la supervivencia.

 

Es importante reflexionar sobre cómo nuestra cultura nos lleva a reproducir prácticas difíciles de cuestionar. Por ejemplo, el capitalismo fomenta la creencia de que mayor producción, trabajo, innovación y consumo son sinónimo de éxito. Estas ideas generan valores y aprendizajes generacionales que suelen ejecutarse de manera inconsciente.

 

Para implementar el autocuidado, es fundamental identificar qué habilidades necesitamos desarrollar. Podemos comenzar con metas pequeñas, hablar con alguien de confianza sobre lo que nos ocurre o plantearnos preguntas como: ¿qué me enferma?, ¿qué desequilibra mi autocuidado?, ¿cómo puedo cuidar mi entorno?

 

 

No debemos atender solo un área del autocuidado, ya que todas están interrelacionadas. Por ejemplo, un problema emocional puede generar enfermedades físicas como insomnio o cambios en el apetito, pensamientos negativos y conflictos en las relaciones sociales.

 

Finalmente, invito a reflexionar sobre las prácticas que seguimos por tendencia y que no cuestionamos. Tu salud no espera, y siempre estás a tiempo de preservarla. Aunque no esté de moda, te ahorrará facturas.

 

 

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