Por Beny Oliver Barajas Pérez
Lo importante es no dejar de hacerse preguntas.
Albert Einstein
La desaceleración de la economía mundial durante el año 2020 es identificada por los expertos como una de las más complejas en la historia de la humanidad. El contexto que nos ha tocado atravesar es uno de los más difíciles que podamos recordar. Para ejemplo de lo anterior, podemos mencionar en concreto una actividad que sufrió un impacto de manera significativa a partir de la pandemia actual: el trabajo. Por ello, distintas organizaciones en el mundo se han preocupado por mostrar la realidad respecto al entorno económico internacional y laboral desde la visión institucional.
La OIT (Organización Internacional del Trabajo), a través de su informe más reciente “La COVID-19 y el mundo del trabajo. Sexta edición. Estimaciones actualizadas y análisis”, nos muestra un panorama interesante del comportamiento del trabajo durante la primera mitad del 2020 en el escenario internacional. Algunas cifras que se comparten y ejemplifican el fenómeno estudiado refieren, por ejemplo, que el 94% de trabajadores que residen en países de ingresos altos han tenido diversas problemáticas con el cierre de sus lugares de trabajo (puede ser total, parcial o el de laborar en casa). Respecto a los países de ingreso mediano-alto, el porcentaje es de un 70%, en donde se siguen aplicando algunas medidas restrictivas, que también afectan de manera importante el desarrollo del empleo en sus territorios. En el caso de los países con ingreso bajo, las medidas han sido muchos más laxas a las dos anteriores y han traído consigo el impulso de contagios en sus regiones (OIT 2020, p. 1).
En el caso particular del empleo, el informe menciona una pérdida de empleos para la primera mitad del 2020, en alrededor de 495 millones de personas a tiempo completo en el mundo (trabajadores que laboran una semana completa de 48 horas), en donde los países de ingreso mediano son los más afectados, representando 240 millones de la totalidad (OIT 2020, p. 6). Algunos de los trabajadores mencionados han podido acceder a algunos apoyos gubernamentales que han ayudado a paliar la crisis en sus hogares, pero los presentes recursos no son parejos en las distintas regiones del mundo, causando una inequidad importante. Por ejemplo, en el caso de los trabajadores informales que abarcan un estimado de 1400 millones de personas en el mundo la situación es muy diferente (OIT 2020, p. 12). El 60% de ellos no podrán beneficiarse por planes de protección social o algún otro apoyo y esto los convierte en el sector más vulnerable, en cuanto a la pérdida de ingresos y la pobreza. Sin duda, la situación, que es muy complicada en el contexto mundial, se agrava fundamentalmente en los países emergentes y los más pobres.
La pérdida de horas de trabajo en el mundo, que se traduce en desempleo (porcentaje del total, valor promedio para los dos primeros trimestres del 2020) fue de un 17.3%. Por regiones en el mundo, el comportamiento es el siguiente: África con un 15.6%, Américas 28%, Estados Árabes 16.9%, Asía y el Pacífico 15.2% y Europa y Asía Central un 17.5% (OIT 2020, p. 7). Como se puede observar, en cuanto a las cifras reflejadas por la OIT, nuestro continente ha sido el más afectado respecto al tema del empleo y el vínculo con la crisis de salud pública que vive el mundo. Se estima que la pérdida de ingresos en el mundo, al menos en los primeros trimestres del año 2020, se acercó a los 3.5 billones de dólares estadounidenses (OIT, 2020, p. 1).
A partir de los datos anteriores, podremos darnos una idea del impacto que ha traído consigo la COVID-19, específicamente en el tema del empleo. Los efectos negativos para el sector, desafortunadamente, seguirán creciendo hasta que exista un freno para tan devastadora enfermedad. ¿Cuándo regresaremos a la normalidad?
Referencia
OIT. (2020). “La Covid-19 y el mundo del trabajo. Sexta edición. Estimaciones actualizadas y análisis”. Observatorio de la Organización Internacional del Trabajo. Disponible en: