Por: Perla Jacaranda de Dienheim Barriguete, profesora de la Licenciatura en Odontología.
En las comunidades e individuos existe la posibilidad de contraer una enfermedad no transmisible (ENT); estas a diferencia de las enfermedades transmisibles, no tienen una causa conocida.
La vulnerabilidad a estas enfermedades se debe a la presencia de ciertas características de tipo genético, ambiental, biológico, psicosocial, que actuando individualmente o entre sí desencadenan la presencia de un proceso patológico. Surge entonces el término de «riesgo» que implica la presencia de una característica o factor (o de varios) que aumenta la probabilidad de consecuencias adversas. En este sentido el riesgo constituye una medida de probabilidad estadística de que en un futuro se produzca un acontecimiento por lo general no deseado. (Lilienfeld & Stolley, 1996)
Las enfermedades del aparato circulatorio, principalmente el infarto al miocardio y los accidentes cerebrovasculares, son responsables, de aproximadamente 30% del total de muertes en el mundo y son la primera causa de muerte en México en el adulto. Muchos de estos fallecimientos se producen en menores de 65 años, lo que se puede considerar como muerte prematura, si se toma en cuenta la esperanza de vida actual (DGTI, 2021)
Factores de riesgo
Las ENT se relacionan a la presencia de factores de riesgo como son: falta de actividad física, consumo de tabaco, consumo nocivo de alcohol, dieta inadecuada, cáncer, enfermedades respiratorias crónicas y diabetes. De manera que cuando hay un incremento en la esperanza de vida, con ello aumenta la mortalidad por enfermedades crónico degenerativas (De Dienheim, et al, 2020).
El alarmante aumento de la obesidad en las últimas décadas en todo el mundo coloca a la mala nutrición por exceso en un primer plano como determinante de enfermedades crónicas (OPS,2017). La alimentación rica en energía y la inactividad física son algunos de los factores del desequilibrio energético entre consumo y gasto que ocasiona el desarrollo de la obesidad (Bray, 2020). El exceso de tejido adiposo, en particular en la región abdominal, se ha relacionado con la agrupación de factores de riesgo que constituyen el síndrome metabólico (hipertensión arterial, dislipidemia [alteraciones en las grasas de la sangre] y glucosa en ayuno alterada) y cuya presencia confiere mayor riesgo de diabetes mellitus tipo 2 y ECV (enfermedad cardiovascular).
La existencia de hipertensión arterial sistémica tiene relación con la edad, género y enfermedades como la diabetes, obesidad, dislipidemias y tabaquismo. Así, la forma, tipo y gravedad en que la hipertensión interacciona con estos factores, determina la magnitud y velocidad de progresión de daño a órgano blanco, situación que debe considerarse primordial, para el establecimiento de un tratamiento médico óptimo inicial.
Cómo prevenir las enfermedades cardiovasculares
Controla tu peso: Disminuye el consumo de sodio al menos seis gramos de cloruro de sodio (sal). Practica en forma regular el ejercicio físico de tipo aeróbico de 30 a 40 minutos al día la mayor parte de la semana. Suspende el uso del tabaco. Por cada kilogramo que logres reducir de peso corporal se dará una disminución de la presión arterial de 1.6 a 1.3 mm Hg.
Realiza actividad física: Disminuye la rigidez de las arterias e incrementa la sensibilidad a la insulina. El hacer ejercicio aumenta las lipoproteínas de alta densidad (DHL) y reduce las de baja densidad (LDL), relaja los vasos sanguíneos, y puede bajar la presión arterial.
Reduce la ingesta de sodio: Este produce una reducción moderada en la cantidad de catecolaminas circulantes y su consumo por día, recomendado en una dieta normal, debe ser de 100 mmol, lo que equivale a dos gramos de sodio o seis gramos de sal de mesa. Evita el uso de condimentos ricos en sodio como son: sal de ajo y cebolla, ablandadores de carne, consomé en polvo, polvo para hornear, salsa de soya, catsup, salsa inglesa, aderezos preparados, otros alimentos como embutidos, productos de salchichonería y enlatados.
Reduce la ingesta de potasio: Este ocasiona aumento la excreción de sodio por la orina, así como un efecto vasodilatador. Los suplementos orales de potasio sólo deben darse a los pacientes que cursan con hipocalemia (disminución del potasio en la sangre) secundaria al tratamiento con diuréticos.
Evita el consumo de tabaco: Acelera la aterosclerosis y el daño vascular producido por la hipertensión arterial. El tabaco incrementa los niveles de colesterol sérico, la obesidad y agrava la resistencia a la insulina.
Disminuye el consumo de cafeína: La ingesta de cafeína en forma de café, té o refrescos de cola, pueden provocar elevaciones agudas de la presión arterial.
Cambios en la dieta: Comer demasiada grasa, especialmente las grasas sobresaturadas, elevan los niveles de colesterol en sangre. Las grasas saturadas se encuentran principalmente en los alimentos de origen animal como: carne, leche entera, quesos y mantequilla. Deberás limitar el consumo de margarina, aderezos, carnes rojas, de pollo y pescado a 6 onzas diarias y aumentar el consumo de fibra alimenticia ayuda a reducir el colesterol.
Referencias
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