La ventana: más que un elemento arquitectónico

Por: Ángel Arturo Segovia Domínguez, Estudiante de la de la licenciatura en Arquitectura, Urbanismo y Sustentabilidad, de la UNLA

 

Así como el árbol no se detiene a preguntarse quién merece el oxígeno que proporciona y la sombra que disfruta quien descansa debajo de él, de la misma manera, la ventana jamás se cuestionará hacia dónde va dirigida la luz que la atraviesa y el aire que deja pasar. La ventana no impone sus reglas; simplemente es lo que es por su naturaleza, misma que fue creada por el ser humano. ¿Cuál es el origen de esta naturaleza? Para conocer el principio de la ventana y sus significados actuales, debemos partir desde los inicios de la arquitectura.

 

La forma más sencilla de delimitar un espacio con unos simples palos de madera es encendiéndolos con fuego, ya que así se genera un espacio en torno a su luz y su calor. Según Vitruvio, los orígenes de la arquitectura son estos: meras imitaciones que la naturaleza nos ha dado. Así, construir una casa alrededor del fuego resulta bastante simple con los materiales que nos ofrece la naturaleza (palos, paja, piel, etc.), por lo que las primeras casas estaban determinadas por la zona de la fuente de calor, alimento y refugio. La desventaja de estas primeras viviendas es que las paredes no se diferenciaban de la cubierta. Por lo tanto, la altura interior estaba considerablemente reducida y, en consecuencia, no se podían hacer ventanas.

 

 

Los avances en la agricultura y la transición de una vida nómada a una sedentaria dieron origen a la pared, en respuesta a la prolongación de la estancia de las personas en sus viviendas. La separación entre la pared y la cubierta revolucionó la forma de habitar de la siguiente manera: 1) la altura interior se incrementó; y 2) surgió la construcción de ventanas, lo que permitió el paso de la luz y el aire. No obstante, estas ventanas tenían que ser muy pequeñas o escasas.

 

Posteriormente, con la separación entre la estructura y el cerramiento, fue posible la construcción de más ventanas. Con un manejo adecuado de la estructura, toda una casa podía estar casi completamente llena de estas.

 

La ventana, inicialmente símbolo de luz y aire, poco a poco se transformó en algo más, hasta llegar a ser una parte esencial de la estructura.

 

En la Edad Media, las ventanas de las catedrales góticas se convirtieron en elementos impresionantes con vitrales maravillosos que narraban la historia de la formación de la humanidad hasta el nacimiento de Jesús; los vitrales pasaron a ser un medio de comunicación. En el Renacimiento, reflejaron los ideales humanistas de la época, con un énfasis en la simetría y la proporción; los vitrales materializaron las ideas de esta etapa.

 

El cambio más grande para la ventana llegó con la Revolución Industrial. Con el uso generalizado del concreto armado, no solo se lograron grandes alturas, sino también estructuras con mayor resistencia. Durante el periodo de la Modernidad, las ventanas se convirtieron en un símbolo del progreso y de lo público, una conexión con el exterior.

 

 

Las ventanas son sinónimo de pureza, armonía y flujo. Ya no se limitan a ser vistas como rectángulos, cuadrados o polígonos (decágonos, endecágonos, dodecágonos, triskaidecágonos, etc.); mejor aún, el arquitecto ahora, si así lo desea, transforma las ventanas en cristaleras, permitiendo al usuario contemplar el interior o exterior en su totalidad. ¿Por qué no hacer que el elemento principal de una estructura sea completamente de vidrio, manipulando la iluminación a nuestro antojo?

 

Finalmente, cuando digo que la ventana posee una naturaleza inmanente al objeto, es porque la tiene, claro está. Pero, al ser creación del humano, la creatividad se escabulle entre las grietas de la materia que nada se pregunta, nada se cuestiona; simplemente es. Sin embargo, al mezclarse con la psyche (que a todo, velo le pone), se transforma.

 

 

 

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