Por Brenda Santillán Padilla
Yo, cuando quiero algo y me lo propongo, cumplo y logro mis objetivos. En los últimos tres años mi vida ha cambiado bastante, las cosas se han vuelto confusas porque no he hecho algún cambio significativo y me pregunto: “¿Qué hago?”, y me contesto: “Llegará el momento, sólo es cuestión de tiempo”. No había pensado que el tiempo no para y la vida sigue con o sin nosotros, y que las cosas cambian de la noche a la mañana, en un abrir y cerrar de ojos. No lo vemos porque estamos acostumbrados a lo establecido. Recuerdo que era viernes en la UNLA, normal, despidiéndome de mis amigos sin saber que iba ser la última vez que los vería de manera presencial. Cuando te despides de las personas, puede ser la última vez que los podrías ver, por algún tiempo.
Nunca imaginé que estudiaría desde mi hogar. Se me hizo algo raro, pero me sentía cómoda y pensé que lo disfrutaría; pero después de muchos días en un solo lugar, aislada de todo y de todos, no es así. No estaba preparada para estudiar desde casa, y tampoco mis maestros; si bien me resultaba cómodo, conforme pasaban los días me preguntaba cómo llevaría a cabo mis materias prácticas.
Elegí Ingeniería Civil en la UNLA porque me gusta estar al aire libre y en movimiento, disfruto más haciendo cosas prácticas que teóricas. Ahora he trabajado en un solo lugar, haciendo tareas y trabajos a base de lecturas, reportes, ensayos, investigaciones.
En la universidad mis materias teóricas eran dinámicas, jugábamos, interactuábamos con el maestro y compañeros; eran entretenidas, pues cuando los maestros tienen la habilidad de dar clases, el tiempo vuela. Era raro escribir, sólo para hacer ejercicios de álgebra, cálculo, ecuaciones, algo que me gusta y no hago mucho. En contraparte, he mejorado mi escritura.
Esta modalidad de estudio no me gusta, creo que hay carreras que no se pueden aprender a distancia y que hay una razón para ir a la escuela: aprender de una manera directa, expresando dudas, incertidumbres, practicando con herramientas que se nos brindan en la universidad. Tenía curiosidad en tomar algún curso en línea, pero sabía que no cumpliría con mis expectativas, no todos los cursos están hechos para hacerlo de manera virtual porque se necesitan herramientas; por ejemplo, la materia de topografía. Los libros ayudan a comprender muchas cosas: conocer las partes de un teodolito, saber cómo se llaman, para qué sirven, lo podemos aprender sin ningún problema; pero montar un teodolito realmente cambia absolutamente todo, la teoría en ese momento no es de gran ayuda para aprender algo que se debe practicar.
El cambio no ha sido fácil, trabajar en casa no fue placentero. Simplemente no tuve tiempo para hacer otras cosas: distraerme, convivir con mi familia. Siempre iba contra reloj, y creí que sólo era yo, hasta que mis compañeros comentaron que pasaban por lo mismo y hablamos con los maestros sobre la carga de trabajo. Nos escucharon y fueron accesibles, sin embargo, sentí que nunca disminuyó la carga de trabajo, casi a punto de terminar el curso.
Soy creyente y esto me ha motivado para seguir adelante y superar el estrés, la ansiedad, el insomnio. Ahora que tengo tiempo lo aprovecharé para mí, en recrearme, aprender cosas nuevas. Sé que no tenemos las mismas oportunidades, que son tiempos difíciles y tenemos que aprender a vivir el cambio. Aprendí que debemos adaptamos a las adversidades, superarnos y seguir adelante; esforzarnos al máximo y apoyar en cuanto podamos.
Terminé muy cansada de las clases en línea, puse todo de mí y adquirí, de alguna manera, el conocimiento que me proporcionaron mis maestros. Creo que para trabajar online se necesitara mucho esfuerzo, capacitación, creatividad para que la educación en línea sea eficiente. Es un camino largo, pero creo que la comunicación y la flexibilidad serán fundamentales para que todo esto salga en las mejores condiciones y sacar el mayor provecho posible.
