Sin duda, el pasado 02 de junio vivimos un hecho histórico para nuestro país. Millones de mexicanos salimos a las urnas a votar por las candidaturas que, desde el punto de vista individual, creímos mejores para gobernar. De acuerdo con los datos del PREP 2024 (Programa de Resultados Electorales Preliminares), salimos a votar 55,976,881 mexicanos (INE, 2024), ganando las elecciones a la Presidencia de la República la candidatura de MORENA con un 59.35% de los votos (INE, 2024).
Independientemente de las ideologías políticas y de si se está de acuerdo o no con la candidatura ganadora que representará al Poder Ejecutivo hasta 2030, lo más importante a destacar es que será una mujer. Por primera vez en nuestra historia, una mujer liderará esta nación. Esto demostrará a las mujeres y a las nuevas generaciones que pueden alcanzar cualquier meta sin importar su sexo y que no existen imposibles, aun en esta nación machista.
Ahora, adentrándonos un poco más en el tema del presidencialismo en México, es importante recapitular cómo, de manera errónea, se cree que la persona que representa al Poder Ejecutivo lo puede todo, casi como si fuera un dios, algo alejado de la realidad, pues, como se verá a continuación, el Ejecutivo ha enfrentado grandes retos para llevar a cabo sus acciones de gobierno y reformas constitucionales.
Durante la época autoritaria en México, especialmente bajo el largo dominio del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que mantuvo el poder presidencial de 1929 a 2000, los presidentes enfrentaron numerosas limitaciones estructurales y prácticas que restringieron su capacidad de hacer "todo" lo que quisieran, incluso dentro de un sistema altamente centralizado y autoritario.
Uno de los factores clave de estas limitaciones fue el propio sistema político y su estructura de poder interna. Aunque los presidentes son figuras muy poderosas dentro del Estado, su poder se encuentra contrarrestado por varias fuerzas dentro del partido, el gobierno y otras esferas públicas y privadas.
Espíndola Mata menciona que estos contrapesos podían dividirse en poderes subordinados: legislativo, judicial, gobiernos estatales y municipales; en los no tan subordinados: prensa, iglesia y empresarios; y en los no subordinados: oposición de izquierda y derecha, quienes hacían contrapeso al Ejecutivo y con quienes el Presidente de la República se veía obligado a entablar diálogos y negociar para avanzar en algunos temas de gobierno. (Mata)
Es bien conocido que el PRI desarrolló un sistema corporativista para integrar a diversos sectores de la sociedad dentro del partido. Este sistema incluía organizaciones de trabajadores, campesinos, el mismo ejército mexicano y el sector popular (mujeres y clase media en general). A través de estas organizaciones, el PRI canalizaba las demandas sociales y mantenía un control sobre estas, garantizando que el disenso y las demandas de cambio fueran gestionadas dentro de un marco controlado, evitando así desafíos directos a su autoridad. Este modelo ahora ha sido adoptado por MORENA.
Velasco-Rivera, en su obra, menciona tres lecciones:
1.- Es necesario analizar cómo se conforman los partidos políticos; quienes los conforman son personas que buscan proteger sus intereses.
2.- Para realizar las enmiendas es necesaria la cooperación entre partidos, lo que favorece tanto a quien está en el poder como a la oposición.
3.- Con las negociaciones y las enmiendas se gana legitimidad para el gobierno en turno. (Velasco-Rivera, 2021)
Sin duda alguna, estamos frente a una nueva hegemonía política, pero en esta ocasión con un partido distinto y de izquierda, alejada de la visión de la casi inexistente oposición, y en la que los mexicanos han depositado su confianza para dirigir al país en el mejor rumbo posible.
“Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo.”
-George Santayana.
Referencias: