Publicado el 2024-12-10 en Difusión Cultural

Mi experiencia como becaria cultural en la UNLA

Por: Valeria Jacqueline Sánchez Guízar, estudiante de la licenciatura en Psicología y becaria cultural en Difusión Cultural y Publicaciones

 

Desde que tengo memoria, el baile siempre ha sido algo que me ha apasionado durante toda la vida. En todas las etapas por las que he pasado, en los buenos momentos, en los malos momentos o simplemente cuando necesitaba algo con lo que desahogarme, el baile siempre estuvo ahí.


Solo hacía falta cerrar los ojos para que mi cuerpo expresara todo lo que con palabras no podía decir; solo hacía falta dejarme llevar, como cuando tienes un lienzo en blanco frente a ti y tus manos llevan el pincel por la superficie, creando trazos que no necesariamente tienen que ser simétricos; o como cuando posas la mano sobre un instrumento y empiezas a tocar una serie de notas que no deben ser perfectas, pero sabes que son más que suficiente para ti.

 

El hecho de que la universidad diversifique los distintos medios de expresión artística, como lo es el baile, permite que incluso podamos ver las cosas desde distintas perspectivas y trasladar estos conocimientos a la vida cotidiana, para que no solamente se queden como una actividad que se realiza después de clase, sino como justamente una herramienta de expresión y de arte.

 

El género de baile que más me gusta bailar, y que creo que es mi fortaleza, es el urbano, pero cuando entré a mi primer semestre en la universidad, estuve en el Grupo Representativo de Danza Contemporánea, en donde, aunque solamente hubo una presentación y fue presentada por medio de un video el Día de Muertos debido a la pandemia del coronavirus, disfruté bastante. Esta manera de expresión, en la cual normalmente se pone una canción instrumental o donde el artista canta muy pocas veces, permite que el bailarín se enlace de una manera más profunda a la historia que se está intentando contar. Puede ir acompañada de expresiones como gesticulaciones y, a veces, eran tantas las emociones que se estaban sintiendo que hasta te provocaban ganas de querer llorar.

 

 

Fue en segundo semestre que me uní al Grupo Representativo de Danza Jazz, en donde, a pesar de que las clases estaban fundamentadas en el ballet y se usaban pasos técnicos de esta rama artística, como giros o saltos, y yo nunca lo había practicado ―no estaba habituada a ellos―, también pude encontrarle un cariño a hacer algo que toda la vida había querido hacer, pero que me daba miedo el no ser buena en ello. A raíz de esto, empecé a rumiar con respecto a los pensamientos intrusivos de: «Seguramente me veo ridícula haciéndolo» o «todas lo hacen mejor que yo». Puedo decir que es muy fácil hacerle caso a estos pensamientos y que lo difícil es apartarlos de nuestra mente, ya que, a pesar de que son cosas que no están sucediendo en la vida real, a veces los dejamos entrar a nuestra vida y guiarla en torno a lo que pensamos que podemos hacer y a lo que no, en lugar de intentarlo y averiguarlo por nosotros mismos.

 

Considero que sería algo muy maravilloso el que se implementara un grupo de baile moderno y urbano, porque les permitiría a las personas que están en estos grupos de baile líricos descubrir nuevas facetas sobre sí mismos e incluso descubrir que tal vez poseen habilidades en esta área; también existiría este espacio en el que las personas que ya han comprobado que les gusta más el baile urbano puedan elegir ser parte de este grupo representativo.

 

Estar en baile me ha permitido llevar estas habilidades a otras partes de mi vida, como en la escuela, en donde, para una materia, nos pidieron hacer un proyecto creativo sobre el libro que estábamos leyendo. Mi libro era acerca del abuso sexual infantil, para el cual decidí crear una coreografía en la que representaba a una persona que había sido abusada, tenía moretones y palabras en todo el cuerpo como «culpa» o «justicia». Al final del video anexé las técnicas de las que hablaba el libro acerca de las actividades que podía realizar una persona que ha pasado por esta situación y que la pueden ayudar en el proceso que está viviendo; una de estas es el baile.

 

 

La retroalimentación de mis compañeros fue muy buena, ya que mencionaban que había hecho un gran trabajo y que se notaba el empeño con el que lo realicé. Inclusive, algunos compañeros lloraron con la representación que hice en el video.

 

Por lo anterior, puedo decir que la danza y las demás actividades artísticas permiten que las personas exploren y expandan su creatividad, lo que se podría llevar a distintos ámbitos, como fue en mi caso, el escolar, pero incluso se podría en el laboral, en donde las ideas creativas sean expuestas, escuchadas y se puedan llevar a cabo.

 

A quienes están leyendo esto… ¿si no han bailado alguna vez en su vida, en verdad han vivido?
Exploren, creen, disfruten, intenten y nunca se rindan.

 

 

 

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