Por Alice Champon-Bergerand
Hay tantas cosas que decir.
México siempre fue un país que me atrajo por su cultura, idioma y paisajes. Entonces, la oportunidad que me ofreció mi universidad, l’École Supérieure de Commerce et Développement-3A, de visitarlo por un semestre fue la perfecta ocasión para ir más allá de la imagen que yo tenía de esta nación increíble.
Al principio, no experimenté un shock cultural. Me adapté a las costumbres y la vida diaria. Viví con mis cuatro compañeras de intercambio, así que, me fue más fácil enfrentar los cambios, porque podíamos apoyarnos entre nosotras. Además, compartíamos piso con una decena de mexicanos y mexicanas en una gran casa. De esta manera, aunque estábamos juntas, pudimos practicar el español, platicar con personas que nos permitieron explorar la ciudad de Morelia y los mejores lugares alrededor, y, sobre todo, disfrutar de algunas de sus tradiciones.
Me enamoré de Morelia por sus calles, en ocasiones tranquilas y en otras animadas, por su tamaño perfecto y la seguridad que me brindaba. Aunque la transición entre mi vida en Francia y en México fue sencilla, no puedo negar que muchas cosas me sorprendieron y descubrí algunas tradiciones totalmente diferentes a las de mi país natal.
Primero, la comida: tuve que cambiar totalmente mi manera de alimentarme. Los platillos y horarios de comida eran distintos. Además, el uso del chile en cualquier alimento, dulce o salado, fue algo que me asombró mucho y, honestamente, todavía no soy capaz de comer este tipo de comida. A pesar de ciertos dolores de estómago inevitables, me gustó la gastronomía.
Segundo, lo que me llevo de mi experiencia de inmersión es la gente, las mexicanas y mexicanos. Son tan acogedores, amables, siempre con el deseo de ayudar y de compartir. Lo que voy a recordar son las personas que conocí aquí: amigos, roomies, maestros, compañeros de clase o conocidos. Las otras chicas francesas y yo estamos muy agradecidas por lo que vivimos y aprendimos: el contacto humano es mucho más enriquecedor que lo material.
Tercero y último, el aspecto clave de mi experiencia en México: mi semestre de estudio en la UNLA. Elegí cuatro clases que me interesaron bastante y que me permitieron experimentar una manera de estudiar diferente a la de Francia. Al principio, me sorprendí por las relaciones entre docentes y estudiantes, son muy íntimas, cercanas e interactivas. Me sentí apoyada por los y las maestras, que siempre estuvieron al pendiente de mí para ayudarme de la mejor forma.
Además, esta experiencia me permitió descubrir nuevos aspectos de mi personalidad. ¡Desarrollé varias habilidades que me serán útiles más tarde! Fue un viaje físico de miles de kilómetros, pero, al mismo tiempo, fue emocional. Hice lo posible por disfrutar de cada momento. Aprendí tolerancia, comunicación intercultural y flexibilidad. Hace cinco meses que tengo los ojos abiertos: la movilidad es una gran oportunidad para integrarse realmente en un país.
Muchas personas del extranjero tienen una imagen de México basada en la inseguridad y la violencia. Me da una gran pena, porque la riqueza humana y natural de la nación es mucho más importante y representativa.
El regreso a Francia es otra etapa de mi experiencia, otra adaptación al cambio que también me enseñará lecciones valiosas. México siempre estará en mi corazón, y, como varias personas me aseguraron, ahora será mi segundo hogar. ¡Uno de mis próximos objetivos es regresar muy pronto!