Por Rafael Huacuz Elías
En este siglo XXI hemos sido testigos de una serie de revoluciones sociales y tecnológicas que están transformando nuestra sociedad: Los efectos nocivos que vivimos ante el COVID 19 están dejando una huella profunda en las actuales generaciones; los espacios de convivencia masiva se transforman, con el paso de los días, en espacios solitarios; miles de pequeños negocios cerraron sus puertas; la ciudad moderna, polo central para el intercambio cultural y comercial, ha cerrado también sus puertas y sus habitantes añoran los tiempos de la convivencia rural. No es arriesgado asegurar que, con el paso de los meses, exista un regreso a la vida en la campiña.
Existen innumerables ejemplos de transformaciones rurales-urbanas, en donde el incremento poblacional, así como las migraciones locales, fusionaron dos o más localidades en una ciudad, modificando el territorio agrícola y pecuario en suelo urbanizable y los ejidos y tenencias en colonias urbanas. Pero las condiciones actuales son distintas; si la gente de verdad quisiera dejar la ciudad para garantizar una mejor calidad de vida y/o subsistencia, tendrían que resolverse primero algunos aspectos intrínsecos en la relación campo-ciudad, por ejemplo:
Para lograr lo anterior, me parece fundamental un proceso de planeación y ordenamiento territorial sostenible que ha quedado rezagado en nuestro país. Garantizar la planeación y operación del ordenamiento territorial requiere de la formación de líderes altamente entrenados en el conocimiento territorial, además de crear y fortalecer espacios de investigación urbana con una alta sensibilidad en los temas ambientales; las complejas relaciones campo-ciudad demandarán en el futuro profesionistas consolidados en la materia que ayuden a construir mejores condiciones de vida no solo en las ciudades, sino en sus espacios periféricos o próximos como son los espacios rurales.
Por ejemplo, la dotación de servicios de alta tecnología, como internet de banda ancha y telefonía, podrían ser un incentivo para dejar la ciudad y hacer home office desde el campo; las redes de infraestructura urbana actualmente se extienden con una muy buena cobertura en las zonas rurales, que tienen hasta un 99% de luz eléctrica, un 85% de agua potable y un 90% en telefonía celular.
Pese a lo anterior, aún se requiere de mayor infraestructura tecnológica en materia de salud o de centros de abastos, pero ¿qué mejor espacio para la producción de alimentos de consumo local que la granja en el campo?
Las condiciones están dadas, de nosotros dependerá si dejamos atrás la visión progresista de vida en la ciudad o regresamos a la vida en la campiña, como actualmente ocurre en varios centros urbanos de América o en Europa con las ciudades Españolas.